Para cualquiera de nosotros, viajar en metro ("subte" en Buenos Aires) puede parecer nada del otro mundo, pero en la decada de los `60 poder hacerlo era una señal de que las cosas iban por el buen camino en términos de progreso. El anuncio, en épocas de gobierno desarrollista, seguía la tendencia general de proclamar que el fabricante mediante su producto trabajaba, no solo para satisfacer las necesidades de sus clientes, sino para el desarrollo del país. El usuario tipo se representa en la publicidad como una persona sin apremios, con empleo fijo, oficinista (lo que por aquellos años daba prestigio), con un empaque a lo Frank Sinatra, y sin embargo devoto de su familia, como puede verse por el regalo y la llamada telefónica. Se relata una pequeña historia que versa sobre unos minutos, solo diez en el día del protagonista, que tiene relación con una sola cosa: el acto de viajar de vuelta a casa realizado como al descuido, sin siquiera pensar en ello, y detrás, una gran empresa con cientos de individuos trabajando sin descanso para que personas como el señor de la foto puedan disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.
Selecciones del Reader´s Digest, agosto de 1962
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